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lunes, 10 de septiembre de 2012

N A C I M I E N T O

Tu puño, como una ágil hoz
ha atravesado de un limpio tajo mi espalda
desgarrando mi pecho
del que ahora brotan ríos de energía
que el exterior adoptan forma de semilla germinada en planta y madurada en flor
que crece con la velocidad con la que un trueno ilumina el cielo.

Y con toda la explosión de vida que poseen los neonatos
torna sus colores en otros cada vez más bellos
pasando de verde a verde-intenso
de verde-intenso a magnífico
de magnifico a inimaginable
alcanzando una extremada belleza que bien podría considerarse divina.
Y ahora, que ha vivido una muerte para llegar a la vida
yergue su tallo en la húmeda hierba
abre sus hojas, respira la tierra
y extiende sus pétalos encarándose al sol a quien reclama la luz, la energía
y la vida.


Tus dedos,
con la precisión de un maestro relojero,
han puesto en marcha los engranajes de esta maquinaria
conectando cada borne opuesto de este circuito.
Y al hacerlo - con la rapidez con la que un trueno ilumina el cielo-
un chispazo de vida en forma de luz ha explosionado
y, tras un punzante-silencio,
ha comenzado a iluminar el recorrido a su paso
convirtiendo el chispazo en una intensa luz.


Luz que se ha transformado en claridad.
Y la claridad en energía.
A la energía le ha sucedido el nacimiento.
Al nacimiento, la vida.
A la vida, el sonido.
Un sonido lento, suave, sutil, dulce, blando casi- esponjoso, incipiente, rápido, ansioso, enérgico, decidido
un imparable traqueteo,
un toc-toc-toc-toc-toc-toc-toc
que es el latido,
de  mi  corazón.