Las cosas no han
cambiado tanto:
Sigo contando con los
dedos de una mano
Y mis pies siguen
dando pasos largos.
Sigo temiendo que
salga el monstruo que habita en el armario de mi habitación.
Y sigo siendo un zombie que derrama el café cada mañana,
Y la duda, que te
desespera cada tarde.
Ocho horas diarias de
trabajo aburrido
Veinticuatro, en un
mundo imaginario
Otras tantas,
escribiendo relatos.
Harta de los mismos
prejuicios,
de las excusas que
sigo escuchando:
-Eres una tía cañón-
como si eso inmunizara de los verbos querer,
sentir y desear
o garantizara una
felicidad superior a la de otros.
Todavía te sigo
esperando,
Suplico tu abrazo
Soñando que te pierdes
en mi boca
Y luego, más abajo.
Confiando que "la-
próxima- será- la -buena"
Con la misma
ingenuidad
Convencida de que
volveremos a encontrarnos
en algún lugar del tiempo.