Etiquetas

martes, 16 de octubre de 2012

     
 Carta a Nando

Hay días que amanezco con una frase flotando en mi cabeza: la fuerza más poderosa que existe no es otra que la voluntad.
Esta frase, que reconozco ignorar si es literal o no, fue dicha de alguna forma parecida a esta por Albert Einstein; quien a propósito de fuerzas tenía algo que decir.
Te alejas de mi, pero antes me golpeas como un púgil a su saco en un día de entrenamiento.
Quieres así, reunir el valor de juntar puñados de arena recogidos a toda prisa (y que se escapan entre tus dedos) para formar un gigante desierto que nos separe.

Estás equivocado.

Ese inmenso vacío, ese espantoso silencio existía antes que yo. Y nos une.

Esa es la belleza de lo nuestro.

Cuando ella te mira con sus inocentes ojos, comprendes que está sentada –sonriente y balanceando las piernas- sobre tu corazón. Y tú en el suyo.

Y posas tus labios sobre ella con tanta ligereza que te maravillas al pensar

“¿Cómo es posible haber hallado el único oasis de este desierto?”

Con una rápida ráfaga de aire caliente se han esfumado los puñados de arena. Y lo único que parece quedar de ese odioso desierto es su paz.

La tenacidad de mi amor necesita de tu auxilio. Y viceversa.

El miedo en tu cuerpo, mis brazos firmes.

La carcoma de tu madera, sólo tu perseverancia.

Y la fe de los dos.

Un lento y duro camino, sí.

Ya sabemos qué pensaría Einstein acerca de esto.


 



 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario