El miedo habita hondo
y nada le importa ni tu actitud enhiesta
ni tus puños cerrados
ni tu frente bien alta
ni las veces que te repitas- por muy fuerte que lo grites o muy suave que lo susurres-
aquello de “tranquilo, todo saldrá bien”.
El miedo habita hondo
cuando 10 000 soldados enemigos
a galope sobre sus caballos
avanzan contra ti encañonando con sus relucientes fusiles de guerra
tus entrañas.
El miedo habita hondo
y al igual que la muerte
tras de sí no deja más que el desconsuelo de la soledad.
El miedo habita hondo
y sólo cuando éste cesa
encuentro el alivio entre tus brazos
pero incluso en ellos tengo miedo
si pienso que tal vez tú algún día te alejes de mí
o peor:que pueda ser yo la que se aleje de ti
si sigo sintiendo este
monstruoso
miedo.