Aquella
noche yo estuve allí.
Y recuerdo el
olor al pescado picante de los puestos de
comida,
Las ratas asomadas a las alcantarillas
aplastadas por los coches.
La noche
fluorescente,
ensañada con
los niños que pedían monedas a cambio de
malabares
O enfurecida
con la juventud de las chicas, vendidas como trozos de carne.
Tú también
estabas, envuelto por la noche derramada sobre Saigón,
tras el
toque de queda.
Escondidos en
la escalera de aquel antro, contando cosas que jamás contaste.
Juntando todas
nuestras monedas para comprar alcohol.
Deambulando la
oscuridad de Saigón. Y sus bares.
Andando sus
calles, que se abrían entre tragos.
Y a la
mañana siguiente,
Las calles
se agolpaban de puestos de fruta fresca
Las motocicletas
sorteaban a los turistas
Los niños
vestían uniforme camino del colegio.
Y lo único
que parecía existir de la noche anterior
era una simple
resaca.