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domingo, 11 de noviembre de 2012

Las madres de nuestra generación


                                                     (A mi madre, quien se quitó todo para darme todo a mi).

Miro. A mi  alrededor el otoño ha barrido el verano,

Las hojas rojas han borrado la risa de la cara de las gentes de cualquier ciudad

Ha teñido de negro sus ropas, como en los lutos de antaño

Y ese gesto humilde como de buena gente parece ahora una sonrisa triste de payaso.

 


Pienso. Cuántas veces he criticado

los valores que las madres de nuestra generación

nos inculcaron:

“sé generoso”

                                               “Comparte”

“ayuda a los demás”

 

                                                                                       “No tires cosas al suelo”

“No grites que molestas”

 

                                           “La belleza está en el interior”.

 Mil cosas más.

 

Recuerdo. Todas las veces que a solas con la mía.

Le he reprochado esos valores.

“Valores obsoletos” -le decía yo-.

“En una sociedad como esta la belleza importa, las personas no comparten ni se escuchan, sólo piensan en salvarse”.

“Con estos valores, vosotras nos habéis hecho inermes ante la realidad”.

 

Planteo. La posibilidad de eliminar esas premisas

Enseñar a mis hijos, y éstos a los suyos, a que se salven.

Que no les asfixie el corsé de los ideales.

Que no sientan que no caben en la silla.

 

 
Escucho. Lo que ella dulcemente me responde.

Que la felicidad es colectiva.

Que un pueblo sobrevive solo si está unido

“Hija, que de tu alegría depende la mía.”

“Cariño, que lo que tú haces le repercute a quien tienes al lado”

“Y hasta que no nos demos cuenta, la ceguera continuará".

 

Comprendo. Que en esta guerra que está a punto de estallar

Las ciudades arderán para destruirse.

Recogeremos los pedazos de nuestra dignidad

Pintaremos las sonrisas, vestiremos humildad.

Y por fin seremos nosotros.

Bienvenida sea esta muerte.

 

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